Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Máxima Online Radio

Día de Todos los Santos y Día de los Fieles Difuntos

“Hace un par de años un niño me preguntó en un colegio: padre, ¿es cierto que los muertos están vivos?”. Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

2 Nov, 2025, 10:17 AM

Hace un par de años un niño me preguntó en un colegio: “padre, ¿es cierto que los muertos están vivos?”. A su manera, expresaba su fe en la resurrección.

 

Cada año, los días 1 y 2 de noviembre resuenan con un sentido especial en la tradición católica. El Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos nos invitan a mirar la vida y la muerte desde la perspectiva de la fe y la esperanza. Lejos de ser simples ocasiones para recordar el pasado, estas celebraciones abren nuestras puertas a una experiencia profunda: la santidad cotidiana y la comunión entre todos los fieles, vivos y difuntos. Nos convocan, juntos, a reconocer el misterio de la vida en Cristo y a abrazar la esperanza que brota de la Pascua.

La santidad no es un privilegio reservado para unos pocos elegidos, sino una vocación que alcanza a todos. El Papa Francisco nos recuerda que “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo nuestro propio testimonio en las ocupaciones de cada día” (GE 14). Esta invitación no excluye a nadie: la santidad se despliega en lo cotidiano, en la familia, el trabajo y la comunidad. Dios nos llama a la plenitud de vida, a reflejar su amor en gestos sencillos pero profundos que transforman el mundo desde adentro.

 

Francisco habla con ternura y claridad de “los santos de la puerta de al lado”: personas comunes y corrientes que, sin grandes gestos ni fama, viven el Evangelio con fidelidad y alegría. Son esas madres, abuelos, vecinos y amigos que inspiran con su bondad, paciencia y generosidad. Su santidad no aparece en los altares, pero sí en la vida diaria, en la entrega silenciosa y el servicio a los más necesitados. Ellos nos enseñan que la santidad es posible aquí y ahora, en lo pequeño y lo simple. Te invito a volver a leer la Exhortación Apostólica del Papa Francisco Gaudete et Exsultate, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual.

 

El Día de Todos los Santos celebra a todos aquellos que han alcanzado la plenitud de vida en Dios, conocidos y desconocidos, canonizados y anónimos. Es una fiesta de alegría y esperanza, en la que la Iglesia se alegra por quienes han respondido al llamado a ser discípulos misioneros de Jesús. Históricamente, esta solemnidad surgió para honrar a los mártires y a todos los que, a lo largo de los siglos, han dado testimonio de fe y amor.

El 2 de noviembre, la Iglesia dedica una jornada especial a la memoria de los fieles difuntos, aquellos que vivieron su fe en medio de debilidades y limitaciones. Esta celebración es continuidad del Día de Todos los Santos: si el 1 de noviembre miramos a quienes ya gozan de la plenitud, el 2 recordamos y acompañamos en oración a quienes están en camino. La comunión de los santos abarca a todos, y nuestra oración por los difuntos expresa el amor que supera la barrera de la muerte, afianzando la esperanza en la resurrección y en la vida eterna.

 

San Pablo, en sus cartas, nos invita a ver la muerte desde la luz de la Pascua: “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él” (Romanos 6,8). Para el cristiano, la muerte no es el final, sino el paso hacia la plenitud de la vida. La resurrección de Jesús es la fuente de nuestra esperanza; en Él, la muerte ha sido vencida y la vida tiene sentido más allá de lo visible. Celebrar a los santos y rezar por los difuntos es afirmar que la vida en Cristo transforma toda realidad y que la última palabra la tiene el amor de Dios, que nos une y nos espera.

 

En estos días, la oración adquiere una dimensión especial. Al rezar por los difuntos, renovamos la comunión que nos une como familia de Dios, más allá del tiempo y el espacio. Nuestra fe nos enseña que la Iglesia es una sola, formada por los que peregrinan en la tierra, los que se purifican y los que ya gozan de la presencia de Dios. Orar juntos nos sostiene y nos alienta, alimentando esa esperanza compartida de encontrarnos un día en la alegría eterna. Es un gesto de amor que fortalece la unidad y la confianza en la promesa de Cristo. Aprovechemos este Año Santo para reconocernos como “Peregrinos de la esperanza”.

 

La memoria de los difuntos nos invita a confiar en la misericordia de Dios y a celebrar la vida en comunión, con la certeza de que la Pascua ilumina el misterio de la muerte. Que estas celebraciones nos animen a vivir con alegría, amor y esperanza, construyendo juntos una comunidad donde todos podemos ser reflejo de la presencia de Dios.

Temas

COLUMNA

CONVERSACIÓN

Tu comentario ha sido enviado, el mismo se encuentra pendiente de aprobación... [X]
Avatar
600
Avatar
ver más
El comentario se encuentra deshabilitado

Denunciar comentario

Spam o contenido comercial no deseado Incitación al odio o a la violencia, o violencia gráfica Acoso o bullying Información errónea
Cancelar Denunciar
Reportar Responder
Tu comentario ha sido enviado, el mismo se encuentra pendiente de aprobación... [X]
Avatar
600
respuestas
Ver más respuestas
Ver más comentarios
IMPORTANTE: Los comentarios publicados son exclusiva responsabilidad de sus autores Máxima Online se reserva el derecho de eliminar aquellos comentarios injuriantes o discriminadores.

Teclas de acceso