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Duelo entre la razón y el bolsillo

“Hay momentos en la vida en que tomamos decisiones importantes. No faltan las ocasiones en que optamos movidos por presiones económicas o de grupos poderosos”. Por monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.

16 Nov, 2025, 12:06 PM

Publicamos la columna de domingo de monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.

 

Hay momentos en la vida en que tomamos decisiones importantes. Unas veces nos damos el tiempo de considerar beneficios, riesgos, plazos, pensando en todas las implicancias de lo que afrontamos. Otras nos dejamos llevar por impulsos afectivos o emocionales, y nos apresuramos a respuestas de las que solemos arrepentirnos. No faltan las ocasiones en que optamos movidos por presiones económicas o de grupos poderosos.

 

Del 10 al 21 de noviembre, la ciudad de Belén, Brasil, es escenario de la trigésima Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, conocida como COP 30. Este encuentro mundial reúne a representantes de los gobiernos, científicos, activistas y miembros de la sociedad civil de más de 190 países, con el objetivo de debatir y acordar estrategias para enfrentar la crisis climática que amenaza el presente y el futuro del planeta. El contexto es de urgencia creciente, donde las evidencias científicas y la realidad cotidiana nos interpelan sobre la necesidad de tomar decisiones valientes y justas.

 

Los desafíos que se discuten en Belén son tan vastos como complejos: desde la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, hasta el diseño de modelos económicos que no pongan en riesgo la vida en la Tierra. Es imprescindible fortalecer el compromiso internacional para limitar el calentamiento global a niveles seguros, promover la transición hacia energías limpias y cuestionar los estilos de producción y consumo que perpetúan la inequidad y el deterioro ambiental.

 

La cumbre no sólo es una cita técnica, sino también ética y política. Las decisiones que se tomen aquí influirán en la vida de millones de personas, especialmente en las de quienes ya sufren las consecuencias de la crisis climática: familias desplazadas, comunidades indígenas vulneradas, migrantes involuntarios y pueblos empobrecidos. La justicia social y ambiental se entrelazan en cada debate, reclamando respuestas solidarias y sostenibles.

 

La voz de la fe se ha sumado al clamor por la acción urgente. Los obispos de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos han solicitado a los participantes de la COP 30 tomar medidas “urgentes y valientes” para proteger tanto la creación como a las personas más vulnerables. En su mensaje, insisten en la responsabilidad colectiva de cuidar la casa común, llamando a los gobernantes y negociadores a priorizar el bien común por encima de intereses económicos de corto plazo. En esta misma dirección se han sumado las Conferencias Episcopales Continentales de Asia, África, América Latina y el Caribe.

 

En sintonía con este pedido, el Papa León XIV ha dirigido una exhortación a los asistentes de la cumbre: “Escuchen el clamor de la Tierra y de los pobres, de las familias, de los pueblos indígenas, de los migrantes involuntarios y de los creyentes”. Esta frase resuena como recordatorio de que la crisis climática afecta especialmente a quienes menos han contribuido a ella, y que la respuesta debe ser inclusiva y compasiva.

 

Uno de los puntos críticos en la COP 30 es fortalecer el compromiso mundial de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Si bien existen avances tecnológicos y acuerdos previos, la brecha entre lo prometido y lo realizado sigue siendo preocupante. La transición energética, además, plantea el reto de garantizar que el acceso a fuentes limpias y seguras no profundice las desigualdades, sino que contribuya a la equidad y el desarrollo sustentable.

 

Los estilos de producción y consumo predominantes, basados en la explotación intensiva de recursos y el descarte, deben ser replanteados. La verdadera transformación implica revisar nuestras prioridades y entender que la prosperidad no puede construirse a expensas de la naturaleza ni de los más débiles. El “duelo entre la razón y el bolsillo” se manifiesta en la tensión entre lo que sabemos que debemos hacer y lo que algunos intereses económicos se resisten a cambiar.

 

Las decisiones tomadas marcarán el rumbo de las próximas décadas, y sólo el compromiso genuino y la acción urgente podrán revertir la crisis climática y asegurar un futuro justo para todos. Escuchar el clamor de la Tierra y de los pobres es, en definitiva, escuchar el clamor de nuestra propia humanidad.

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