

“Fue un año excepcional en Gualeguaychú, no solo del corsódromo, sino por la avenida Parque, la calle Alem, las mil viviendas, los desagües de la Del Valle…”, enumeró Irigoyen.
Sobre el Corsódromo en particular, comentó que “las obras duraron un año y llegamos justito”. Reflexionó que “si lo vemos desde ahora, creo que valió la pena”.
La construcción tuvo, desde sus inicios, un sistema de iluminación inteligente, “era nuevo para Gualeguaychú, pero también para el país. Ese año no sé si tomé conciencia, porque había muchas otras obras. Recién la tomamos cuando nos empezó a llamar gente de todo el mundo y la prensa internacional", recordó.
Irigoyen destacó la labor y el acompañamiento de su equipo de gestión en aquel entonces, y también de la Comisión del Carnaval. “Tuvimos varias noches en vela, no solo nos la jugábamos nosotros, sino también ellos, era una decisión en conjunto. Era abandonar la Rocamora porque el carnaval se merecía un escenario nuevo. Medimos la altura de las carrozas, la verdad que fue una cosa perfecta. La emoción de ese día fue terrible (…) Fue una cosa de locos, pero valió la pena, un antes y un después para el turismo de Gualeguaychú”, relató.
Veintisiete años después, el ex intendente reflexionó sobre la gestión que llevó adelante y valoró la convivencia entre distintas ideologías. “Convivimos una cantidad de gente que no necesariamente pensábamos de la misma manera, pero estábamos con un mismo objetivo, que era hacer algo bueno para Gualeguaychú y vimos que la conjunción entre el Estado y el privado producen este tipo de cosas. Son inversiones que el Estado tiene que hacer porque son inversiones para la ciudad, como lo fue El Autódromo en su momento, era un aporte para el turismo. Fue una decisión política”, enfatizó.