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18 de Noviembre de 2018

Andrés Randisi el entrerriano que lucha desde hace 30 años contra la miseria y la violencia en Angola

En 1958 partió desde Entre Rí­os para trabajar en otros lugares de Argentina. Sus destinos como salesiano lo llevaron a recalar en la Patagonia y Buenos Aires. En 1988 afrontó el enorme desafí­o de misionar en Angola.

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Andrés Randisi el entrerriano que lucha desde hace 30 años en Angola

 

Su mirada es diáfana. Y habla tranquilo, calmo, con suavidad, mientras charla en una mañana luminosa. No parece el rostro de alguien que ha vivido el horror de la guerra. Sin embargo es así. Detrás de una aparente fragilidad, y de un rostro que no denota sus siete décadas se adivina una voluntad capaz de sembrar en el desierto.

Andrés Randisi es misionero salesiano. Hace más de medio siglo se dedica a una tarea que lo llevó desde la calma y la abundancia del sur americano hasta la sabana: Angola, país del oeste africano que desde 1975 hasta marzo de 2002 fue gobernado por el Movimiento para la Liberación de Angola (MPLA), al que se oponía la Unión de los Angoleños para la Liberación (Unita) y donde está radicado el paranaense desde 1988.

Un país que durante 25 años vivió asfixiado entre las garras de una cruel guerra civil. Pero a comienzos de este siglo nuevos vientos –que aventaron la guerra- soplaron en este país, con vínculos históricos con Portugal (del cual es ex colonia) y Brasil.

Desde entonces Angola transitó el esforzado camino de la reconstrucción, en la cual la orden de los salesianos –de la cual Andrés es integrante- concretó aportes significativos.

El eje de la tarea social y pastoral de los misioneros está enfocado en la niñez y la adolescencia. Andrés junto a un grupo de religiosos sembró en uno de los lugares más pobres y violentos del continente: el barrio de “lixeira”, o para decirlo en criollo “el volcadero”, destino final de los residuos materiales y humanos. Allí realizó una labor admirable y hoy, en aquel lugar desolado se alza un complejo educativo modelo, una escuela profesional, que recibe, diariamente, a miles de niños.

La meta de este misionero paranaense, que ha entregado su existencia a la misión de promover humana y socialmente a otros, va desde Paraná a Buenos Aires, de allí a la Patagonia y luego a África.

Hoy se encuentra radicado en una misión salesiana emplazada en una zona rural de aquel país. Cada tanto, este paranaense regresa a su ciudad para visitar a su familia. Su madre casi centenaria, y sus hermanas.

Y se da tiempo para visitar a quienes aprecia. La semana pasada visitó la Redacción de EL DIARIO para saludar a periodistas y compartir las últimas novedades de su tarea en ese país.

 

EDUCACIÓN Y TRABAJO

La historia de Andrés es simple. Alejada del lujo y la pretensión de estrellato. Pero plena de esperanza y entrega por los demás. Un camino que también siguió su hermano Nuncio, que lo acompañó durante años y falleció hace un lustro en Kalulo, una misión al norte de ese país y allí fue sepultado.

Luego de casi 20 años del proceso de reconstrucción, Andrés Randisi –que intervino en la recepción oficial a la misión argentina que, encabezada por la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, visitó Angola en 2012- asevera que se ha avanzado. Sobre todo en la capital, Luanda. Allí se han abierto centros de compras, supermercados, casinos, se levantan grandes edificios y una hermosa costanera junto a la playa. Sin embargo, las condiciones de pobreza de la mayoría de la población no se han modificado y enormes bolsones de miseria conviven con el lujo al que sólo puede acceder una ínfima minoría propietaria de los medios económicos y de producción.

En ese sentido, “todo queda en familia”, ya que luego de más de cuatro décadas de un gobierno encabezado por José Eduardo Dos Santos, la totalidad de los resortes económicos y administrativos del país están en manos de parientes y personas de su confianza.

El religioso asevera estar inquieto centralmente por los jóvenes y adolescentes, que sin un destino claro ni un proyecto de vida pululan por la ciudad en la que residen más de 7 millones de habitantes. El contacto entre las personas se torna más complejo.

 

CAMINO DE ESPERANZA Y SUPERACIÓN

La realidad es otra en la misión donde reside. Andrés se alejó de la capital para desempeñar sus tareas en el medio rural. Allí, en el complejo educativo, la actividad diaria es intensa. Las actividades comienzan a las 7 de la mañana y se prolongan hasta más allá de las 23. El panorama es muy diferente al de la capital y el lazo social está menos viciado por la violencia y la corrupción.

Poco a poco, en torno al centro ha comenzado a levantarse el rancherío. Y a formarse una comunidad a la que se trata de promover y recuperar la dignidad de sus habitantes.

En esos parajes a miles de kilómetros del Paraná, Andrés está dedicado a pleno a una de sus pasiones que lo ha acompañado durante su vida: la música. Por ella fundó y dirigió bandas en Argentina y Angola. Porque considera que se trata de una vía pedagógica formidable para educar en valores, entre otros aspectos.

En este punto, confía los resultados muy positivos obtenidos de la tarea que los salesianos realizan en ese país. “La tarea pastoral va dando sus frutos”, explica este salesiano que señala que el africano es “muy religioso” y que la tarea que llevan adelante es muy delicada: “Nosotros tratamos de inculturarnos para preservar la identidad angoleña”.

Así transcurre sus días este entrerriano que eligió servir a personas necesitadas de todo en tierras lejanas. Mientras tanto, no se desvincula de la realidad de la tierra que lo vio nacer que, como tantos más, sigue a la distancia. Una realidad que goza y también sufre.

 

-¿Cómo se entera de lo que pasa en Argentina?
-Nos informamos por medio de Internet. Pero además, por la televisión, todas las noches transmiten el servicio de noticias de CNN. Por lo tanto estamos perfectamente enterados de lo que pasa. Todas las cosas importantes, sean positivas o negativas, se ven en flashes.

 

-¿De Entre Ríos le llegan noticias?
-Sí. Tengo la posibilidad de leer lo que sucede a diario través de la edición en Internet de los medios de la provincia.

-¿Se sufre desde allá?
-Seguro. Es el comentario. `Ché, cómo va nuestro país´ es el pan de todos los días en las charlas. Y `¿qué pasa con Argentina? ¿Hasta dónde piensan llegar?´ son las preguntas de los misioneros de otras partes del mundo que nos acompañan. Pero además, mi regreso al país para un período de descanso y para compartir algunos días con mi familia me ha permitido percibir el clima general que envuelve a nuestro pueblo a partir de esta crisis fortísima que ha golpeado sobre todo de la clase media para abajo.

Sin embargo Andrés no se instala en el territorio de la crítica y la queja. El miércoles pasado partió a Buenos Aires para participar en una reunión con referentes de las Naciones Unidas e intervenir en encuentros con referentes de diversos sectores, interesados en conocer sus puntos de vista y su opinión sobre temas de actualidad.

“Creo que la solución está en crear y alentar y sembrar esperanza desde abajo. Y que las cosas bien construidas se levanten desde la base. Se trata de construir una democracia que sea realmente el reflejo de lo que el pueblo siente y quiere. Y no lo que imponga un grupo de personas que están muy bien, que se dedican a ver cómo hacen para estar mejor y a buscar la manera de que nadie les quite su lugar. La tarea es construir una nueva sociedad desde abajo. Incentivando los valores y las cosas positivas. Es difícil, pero es la única salida”, concluyó.

Educar, la clave

En el diálogo con Randisi aparece lo medular de la presencia de este paranaense en aquellas lejanas tierras. “Lo principal de nuestro trabajo es la educación, junto a la evangelización, transmitir valores. Se trata de educar al pueblo. Si la gente no está educada es inútil, no puede ir muy lejos. Siempre estará sometida”, reflexiona.

El religioso subraya el interés de los niños y sus familias por crecer. “Las madres pasan muchas horas del día trabajando en las `abras´, terrenos comunitarios de labor en que cada uno colabora en tareas agrícolas. Allí hacen huerta para tener alimentos. Mientras, los niños caminan muchos kilómetros por día para llegar hasta la escuela. Es hermoso ver el entusiasmo con que los chicos llegan a la escuela. Damos clase en aulas y también al aire libre, a la sombra de grandes árboles. Es una tarea hermosa”. El UNO

 
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