COLUMNA DE OPINIÓN

15 de Enero de 2017

"Vacaciones y Familia" por Monseñor Lozano

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo coadjutor de San Juan de Cuyo y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

Redes Sociales
Monseñor Lozano

 

n verano hace más calor y eso nos obliga a caminar más despacio.

También es un tiempo de receso de la actividad escolar, con todo lo que eso implica para el ritmo de vida familiar. Los chicos no necesitan levantarse tan temprano, no hay que luchar para que no lleguen tarde a la escuela. No hay que arrancar a las corridas todos los días.

Y si los hijos son más grandes, están más tiempo disponibles, aunque aprovechen a salir con amigos.

Algunos papás y mamás es probable que también tengan unos días de vacaciones del trabajo.

Es un tiempo oportuno para fortalecer los lazos familiares y hacer algunas cosas para las cuales durante el año nos cuesta encontrar los momentos propicios.

Es bueno proponerse aprovechar el tiempo en casos concretos: jugar en familia, visitar amigos o familiares que hace tiempo no vemos, salir a pasear juntos. A nivel personal es bueno disponerse a leer un buen libro que nos enriquezca el alma.

Dependiendo del lugar en el cual nos encontramos podemos contemplar la obra creada por Dios. El Papa Benedicto XVI decía que el mundo es como un libro escrito por Dios para hacernos llegar su mensaje de amor. La belleza de las montañas, los lagos, los ríos, el mar, o una arboleda en el parque nos pueden ayudar a dar gracias a Dios por la creación.

Tenemos que evitar caer en la tentación de que cada uno esté en su mundo, sin compartir momentos en comunión. Al tener más tiempo el riesgo está en dejarnos absorber por la televisión y la computadora.

Hace algunos años una campaña de la Acción Católica se propuso como lema “mejor en familia”. Y es así.

Es importante fomentar espacios de convivencia en los cuales haya momentos largos para el diálogo, compartir anhelos, proyectos, fracasos…

Además es importante abrir el corazón y el tiempo a otros cercanos en el afecto. Nos dice Francisco que “el pequeño núcleo familiar no debería aislarse de la familia ampliada, donde están los padres, los tíos, los primos, e incluso los vecinos. En esa familia grande puede haber algunos necesitados de ayuda, o al menos de compañía y de gestos de afecto, o puede haber grandes sufrimientos que necesitan un consuelo. El individualismo de estos tiempos a veces lleva a encerrarse en un pequeño nido de seguridad y a sentir a los otros como un peligro molesto. Sin embargo, ese aislamiento no brinda más paz y felicidad, sino que cierra el corazón de la familia y la priva de la amplitud de la existencia”. (AL 187)

He conocido muchas familias que aprovechan las vacaciones para salir a misionar, realizar alguna tarea solidaria con los más pobres. Una manera hermosa de acercarse a quienes esperan una palabra de aliento.

Aprovechar el tiempo en el servicio a los demás es una manera de ganarlo.

 

Hoy, 15 de enero, se conmemora un nuevo aniversario del terremoto de 1944, en San Juan. Según relatos de aquel tiempo, en torno a las 20.50 se produjo la mayor tragedia del pueblo argentino. Un par de minutos interminables. Se consignan 10.000 muertos y muchos miles de heridos, junto con la destrucción casi por completo de la ciudad.

Viendo fotos de edificios derrumbados emerge el sentimiento de desolación de tantas familias y de toda una comunidad. Una dolorosa experiencia que queda grabada en la memoria colectiva de los sanjuaninos. Acontecimiento que une también en la esperanza para levantar casas, hogares, familias. Unamos nuestra oración.

           

 

 

 
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